Treinta años después de la apertura del país en 1868, Japón experimentó una transformación radical que lo convirtió en una potencia económica e industrial en rápido crecimiento. La victoria japonesa en la Guerra Ruso-Japonesa de 1905 marcó el comienzo de su expansión en el ámbito internacional, y el país construyó una poderosa marina de guerra, lo que lo convirtió en la tercera potencia naval del mundo en 1919. Además, Japón expandió sus posesiones en Asia, incluyendo China, Corea e Indochina. Sin embargo, la crisis económica mundial de 1929 tuvo un impacto profundo en la situación interna de Japón y aceleró su expansión en el ámbito internacional. Este período también vio el ascenso del emperador Hirohito y la intensificación de la represión de los movimientos democráticos.
A pesar de las tensiones políticas y sociales, los liberales ganaron las elecciones en 1936, impulsando reformas políticas y sociales. Esto desencadenó atentados contra políticos y oficiales moderados y culminó en un levantamiento militar en Tokio. Los militares japoneses basaron su ideología en la lealtad al emperador divinizado y el deseo de enfrentarse a las potencias europeas y a Estados Unidos en un intento por establecer el control del Pacífico bajo el lema “Asia para los asiáticos”.