“Rumbo a la Conflagración: Nacionalismo, Imperialismo y las Fuerzas que Desencadenaron la Segunda Guerra Mundial” en Historia Universal Contemporánea
La Segunda Guerra Mundial se gestó en el crisol de las doctrinas nacionalistas e imperialistas que marcaron la postura de las potencias que conformaron el Eje. Alemania abrazó la visión de un Tercer Reich que englobaría a todas las naciones, afectando a Austria, Checoslovaquia, Polonia, Dantzig y Meinel, y planeaba recuperar antiguas colonias. Italia, guiada por el expansionismo, buscaba liberar a todos los italianos no incorporados en su unidad, mientras Rusia anhelaba avanzar sobre Polonia y recuperar su salida al Báltico. Japón, por razones económicas, sacrificó a China y se apoderó de Manchuria. La Sociedad de Naciones se negó a reconocer el nuevo Estado de Manchukuo.
La formación del Eje Berlin-Roma-Tokio en 1936, compuesto por naciones totalitarias, desencadenó una respuesta de la alianza entre Inglaterra, Francia y Rusia, a pesar de la paradoja de esta última como símbolo de la antidemocracia. Posteriormente, Rusia firmó un pacto de no agresión con Alemania, dejando a Inglaterra y Francia en desventaja.
Bélgica, que había pactado defensa bélica con Alemania, optó por declararse neutral. En un intento por protegerse, Francia creó la línea Maginot, una serie de fortificaciones hacia la frontera alemana, mientras Alemania respondía construyendo la línea Sigfrido. Estos eventos marcaron el preludio de un conflicto que cambiaría el curso de la historia mundial.
“Desencadenantes Nacionalistas: La Forja del Eje y el Camino hacia la Segunda Guerra Mundial”
Las doctrinas nacionalistas, abrazadas por las potencias que formaron el Eje, se erigieron como la chispa que detonó la Segunda Guerra Mundial. Surgidas de estas ideologías, las naciones siguieron los pasos de los imperialistas, marcando un rumbo que desencadenaría un conflicto a escala global.
Alemania, liderada por la visión del Tercer Reich, buscaba englobar a todas las naciones, impactando a territorios como Austria, Checoslovaquia, Polonia, Dantzig y Meinel, con una considerable población de origen germánico. Además, planeaba la recuperación de antiguas colonias, marcando un ambicioso panorama expansionista.
Italia, bajo la influencia de Mussolini, anhelaba liberar a todos los italianos no incorporados a su unidad, incluyendo regiones como Córcega, Saboya y Niza. Este deseo expansionista llevó a Mussolini a seguir un camino paralelo al de Alemania.
Los rusos, en línea con siglos anteriores, contemplaban la posibilidad de introducirse en Europa avanzando sobre Polonia y recuperando su salida al Báltico, perdida durante la Primera Guerra Mundial.
Japón, como ya se explicó, perseguía dar salida a su creciente población, sacrificando a China y apoderándose de Manchuria por motivos económicos. Sin embargo, la Sociedad de Naciones se negó a reconocer el nuevo Estado de Manchukuo, generando tensiones en la región.
En 1936, se consolidó el Eje Berlin-Roma-Tokio, una alianza de naciones totalitarias. Frente a este, se formó la alianza de Inglaterra, Francia y Rusia. Aunque esta última representaba un símbolo de antidemocracia, eventualmente firmaría un pacto de no agresión con Alemania, dejando en desventaja a Inglaterra y Francia.
Bélgica, que había firmado un tratado de defensa bélica con Alemania, optó por declararse neutral. Ante la soledad percibida en Europa, Francia buscó defenderse erigiendo la llamada línea Maginot, una serie de fortificaciones hacia la frontera alemana. En respuesta, Alemania construyó la línea Sigfrido, configurando un escenario de tensiones y preparativos bélicos.
Este periodo marcado por las doctrinas nacionalistas, el surgimiento del Eje y las alianzas estratégicas delineó los eventos que llevaron al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
