Con el inicio de las hostilidades llega el enfrentamiento marítimo entre Gran Bretaña y Alemania, para el que las dos potencias se habían preparado desde principios de siglo. La guerra naval ha sufrido profundos cambios en el transcurso del siglo XIX.
Ahora las marinas de guerra disponen de una nueva arma, el submarino, mientras grandes buques de hierro, movidos por vapor y armados de cañones capaces de lanzar proyectiles explosivos a 15 km, han suplantado a los veleros de madera, cuyos cañones disparaban bolas metálicas a poca distancia.
En los primeros meses de la guerra, los mares son el escenario de una serie de encuentros de no muy grandes proporciones. Los ingleses siguen gozando de una clara superioridad y la flota alemana se limita a una serie de reconocimientos en el Mar del Norte, bombardeando las costas occidentales de Inglaterra.
Sin embargo, el 28 de agosto, los cruceros de batalla británicos de David Beatty interceptaron un escuadrón alemán frente a la isla de Helgoland. Y la Flota Alemana de Alta Mar perdió seis cruceros obsoletos, algunos hundidos y otros dañados.
Hoy, el enfrentamiento más importante se desarrolla lejos de los puertos europeos, con ataques y reacciones sangrientas en Coronel y las Islas Malvinas, en la costa sudamericana. A finales de 1914, las esperanzas de una guerra breve se habían desvanecido y la situación parecía estar estancada. El ataque a París fracasó y el ejército alemán tuvo que prepararse para una guerra paralela en dos frentes.