El estilo de la arquitectura renacentista se desarrolló en Italia durante el siglo XV, y se caracterizó por su énfasis en la proporción y la simetría, y el uso de elementos clásicos como columnas y frontones. Cuando los conquistadores españoles llegaron al continente americano, trajeron consigo esta tradición arquitectónica, y la incorporaron en sus construcciones en la Nueva España.
En el virreinato de la Nueva España, el estilo renacentista se mezcló con influencias indígenas y europeas, lo que llevó a la creación de una arquitectura única. Las construcciones religiosas y civiles de la época se caracterizaron por su monumentalidad y su elegancia, con una gran atención al detalle y la proporción.
Algunas de las características más distintivas de la arquitectura renacentista en la Nueva España incluyen:
El uso de elementos clásicos como columnas, frontones y arcos de medio punto.
La utilización de motivos decorativos como guirnaldas, cartelas y mascarones.
La incorporación de elementos mudéjares y platerescos en la ornamentación.
El uso de materiales como la piedra, el ladrillo y el estuco.
Ejemplos notables de arquitectura renacentista en la Nueva España incluyen el Palacio de Cortés en Cuernavaca y la Catedral de Puebla. Ambas construcciones destacan por su elegancia y proporción, y su habilidad para combinar elementos de diferentes tradiciones arquitectónicas en una sola estructura.