La historia de los antibióticos se remonta a principios del siglo XX, cuando el científico británico Alexander Fleming descubrió accidentalmente las propiedades antibacterianas de la penicilina en 1928. Su descubrimiento revolucionó el tratamiento de las infecciones bacterianas y sentó las bases para el desarrollo de una amplia gama de antibióticos en las décadas siguientes.
Hace 2500 años, los chinos emplearon moho, que es un hongo que se desarrolla en forma de capa sobre materia en Descomposición. Observaron efectos benéficos en infecciones, en especial de la piel. Tiempo después, también los usaron los egipcios y los griegos.
En Francia, en 1897, fue descubierta la penicilina, pero no se publicó en forma apropiada. Tuvieron que transcurrir 30 años, cuando Alexander Fleming, en 1928, se observó una zona alrededor de un cultivo del hongo Penicillium notatum donde no crecían bacterias. Denominó a esa sustancia penicilina. A partir de este hallazgo, otros investigadores han revelado numerosos antibióticos.
A partir de la penicilina, los antibióticos se han clasificado en diferentes generaciones, cada una con características y propiedades únicas.
- Primera generación: La penicilina fue el primer antibiótico descubierto y se considera parte de la primera generación de antibióticos. Otros ejemplos incluyen la eritromicina y la cefalosporina.
- Segunda generación: Se desarrollaron en respuesta a la resistencia bacteriana a los antibióticos de primera generación. Incluyen antibióticos como la ampicilina, la amoxicilina y algunas cefalosporinas.
- Tercera generación: Estos antibióticos fueron diseñados para ser más efectivos contra bacterias resistentes y para tener un espectro de actividad más amplio. Ejemplos incluyen ceftriaxona, cefotaxima y azitromicina.
- Cuarta generación: Esta generación de antibióticos se caracteriza por tener una mayor estabilidad y una actividad mejorada contra bacterias resistentes. Ejemplos incluyen la cefepima y el moxifloxacino.
- Quinta generación: Son antibióticos más recientes que han sido desarrollados para abordar específicamente la resistencia bacteriana y tienen un espectro de actividad ampliado. Ejemplos incluyen ceftarolina y ceftobiprol.
A lo largo de la historia, los antibióticos han salvado innumerables vidas al combatir infecciones bacterianas, pero su uso excesivo e inapropiado ha llevado al desarrollo de resistencia antimicrobiana, una preocupación global de salud pública.
Como resultado, se ha vuelto crucial utilizar los antibióticos de manera responsable y seguir investigando y desarrollando nuevos tratamientos para combatir las bacterias resistentes.