Durante el periodo colonial de la Nueva España, uno de los principales objetivos de la corona española era la ampliación de su territorio. El expansionismo territorial se manifestó con la conquista de tierras, la colonización y la explotación de recursos naturales. La expansión territorial permitió a la Corona española consolidar su posición en la región y aumentar su riqueza.
Dando como resultado una nueva organización política y económica, que sufrió progresivas modificaciones conformes a la expansión colonial, se amplía aumentando los territorios y zonas de sometimiento. Causando las siguientes consecuencias, fueron establecidos en los criterios para la distribución y organización de dichos territorios, de acuerdo con los intereses político-económicos de los conquistadores, de la Corona española y de la Iglesia.
Durante los primeros años de la conquista, en cada región se estableció el sistema de ayuntamientos o cabildos, los más importantes fueron los creados por Hernán Cortés en Veracruz, en 1519, y el de Coyoacán, en 1521. A partir del año 1550, el territorio fue dividido en 40 provincias encabezadas por gobernadores y, a nivel local, por alcaldes mayores. De igual forma, se estableció un conjunto de Capitanías Generales que dependían directamente del virrey.
La colonización también contribuyó al desarrollo de la industria, el comercio y la agricultura en la Nueva España. El gobierno español también promovió la evangelización de la región para extender el cristianismo a la población local. Aunque el expansionismo territorial tuvo un efecto positivo en la región, también tuvo un efecto negativo en la población indígena, que sufrió una gran perdida de tierras y una profunda desigualdad económica y social.
