Si la situación militar parecía favorable a las potencias centrales, a principios de año no lo era realmente. Alemania sufrió un grave deterioro moral y material; El país ha perdido la fe en la victoria final, a pesar de los innegables éxitos militares conseguidos hasta ahora.
El Imperio austrohúngaro, un auténtico mosaico de pueblos diversos, estaba al borde de la desintegración e incluso el nuevo emperador, Carlos I de Habsburgo, llamó a los aliados a forjar una paz especial separada. Bulgaria parecía satisfecha con conquistar Macedonia y se negó a luchar en otros frentes; Por su parte, Türkiye ya está en su límite de fuerza. En estas condiciones, Alemania debe hacer el máximo de esfuerzos y lograr la victoria en Occidente, aprovechando la desesperación de Rusia y Rumania antes de que Estados Unidos pueda intervenir eficazmente.
En el ejército aliado la situación es aún más prometedora. El control de los mares y la ayuda de Estados Unidos les proporcionaron recursos infinitos y su potencial bélico aumentaba constantemente.