Se debe reconocer al presidente Thomas Jefferson como el visionario de la adquisición de Luisiana. Este territorio no era entonces la codiciada “zona en disputa”, sino “dinero falso” intercambiado de mano en mano a expensas de ella. Sin embargo, Jefferson comprendió el peligro de tener a Francia como vecina. En ese momento, Europa estaba sumida en las guerras napoleónicas; En cualquier momento, la competición podrá trasladarse al Nuevo Continente. Así que Jefferson ofreció comprar Luisiana por 8 millones de dólares, justo cuando Bonaparte más lo necesitaba, porque, según sus palabras, para la guerra se necesitaban tres cosas: “dinero, dinero y más dinero”.
En su época no se valoraba el éxito presidencial, pero con el tiempo su importancia se hizo evidente. En ese momento, Estados Unidos también adquirió Florida, propiedad de España, por 5 millones de dólares. Además, a mediados del siglo XIX, los territorios de Oregón estaban ocupados por inmigrantes que se dirigían a la costa del Pacífico y no estaban claramente definidos en términos de fronteras o propiedad nacional, porque incluso si Inglaterra pensaba que tenían un derecho, ese no era el caso. No los agarres.
La expansión estadounidense se aceleró con dos nuevas adquisiciones. Texas quedó separada de los Estados Unidos Mexicanos debido a importantes problemas internos.
Esta zona ha sido poblada mediante autorización otorgada a Esteban Austin, con la única condición de que las familias que allí se establezcan sean católicas.
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